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TRABAJO O ADORACION

Desde donde se encontraba, Marta podía escuchar al Señor deliberar sobre la Pascua con su amado hermano Lázaro. El aroma fragante de perfume se esparció por toda la casa a medida que María lavaba los pies del Señor.

Marta mezcló aceite de oliva, agua y sal con la harina. El gozo invadió su corazón mientras preparaba el pan para la comida. Sabía que estaba creando una atmósfera acogedora y cómoda para los visitantes. Al amasar el pan sobre la mesa de piedra, Marta reflexionaba acerca de la primera visita del Señor a su casa.

Él era un personaje importante y Marta estaba decidida a hacer que se sintiera a gusto, así como a impresionarlo con la eficiencia y lujo de su casa. Ella cocinaba, complacía a sus huéspedes y estaba al tanto de cada detalle. Sin embargo, con todas sus buenas intenciones descubrió que sus preparativos habían sido demasiado extensos y que sus esperanzas de hacer que la visita del Maestro fuera perfecta, se desvanecían.

Su hermana María hacía caso omiso de que las jarras necesitaban llenarse, de recoger los platos de la mesa y de acomodar los cojines en su lugar. La frustración de Marta crecía vertiginosamente hasta ser abrumadora. Entonces estalló y el Señor la corrigió con delicadeza.

Aún así, Marta sabía que Él la amaba y cuando Lázaro enfermó de muerte, lo buscó esperanzada en su ayuda. Fue doloroso ver morir a Lázaro. Con toda fidelidad ella le había servido trayéndole alimento y agua, manteniéndolo limpio y ministrando a todas sus necesidades; pero todo fue inútil. Pese a lo que había hecho, ella no pudo impedir que la muerte se lo llevara. Cuando por fin llegó el Señor, Lázaro había estado en la tumba por cuatro días.

Junto con su dolor intenso, Marta confrontaba inmensa frustración y decepción. Ella sabía que si el Señor hubiera venido más rápidamente, Lázaro seguiría vivo. Aún así, y obedeciendo las normas del protocolo, Marta fue a recibir al Señor. Fue entonces cuando el Señor traspasó su corazón con la verdad, al decirle:   “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Sí, Señor –dijo ella–; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios” (Juan 11:25-27).

Ella lo dijo, pero la verdad le impactó con toda su fuerza cuando el Señor levantó a Lázaro de entre los muertos. ¡Qué poder tan asombroso tenía el Señor! ¡Qué gozo volver a tener a Lázaro entre los vivos! En ese momento ella comprendió que cualquier cosa que ella hiciera no lo honraría lo suficiente, que cualquier cosa que ella pudiera darle sólo sería una expresión sencilla de devoción,

Cuando Marta puso el pan recién horneado delante de Cristo, ya no fue un acto de trabajo, sino de adoración. Ver a su hermano resucitado hablando con el Salvador inundó su corazón de alabanza. Ya no lo servía para lograr ser aceptada; ahora lo hacía como parte de su adoración.

Marta fue poderosa en espíritu porque reconoció que servir era un acto de alabanza a Cristo; que el amor del Señor no era algo que Marta debía ganarse ni tratar de manipular, sino el gran don que el Señor otorgaba gratuitamente. Con la muerte de Lázaro ella se dio cuenta de cuán insignificantes eran sus planes. Con la resurrección de Lázaro reconoció que podía confiar en que Dios le impartiera vida abundante.

Toda persona tiene ciertas cosas que desea que se hagan correctamente y aspectos en los que destaca. Los dones que Dios le ha dado a usted pueden ser empleados para expresarle su alabanza, especialmente si usted los utiliza con un corazón agradecido y gozoso. También pueden ser fuente de amargura y resentimiento si se convierten en el medio por el cual usted busca aceptación y prestigio. Evite verse tan atrapado en la mecánica del servicio que olvide quien le capacitó para servirlo, y a quién está sirviendo.   

Marta tenía reputación de ser hospitalaria y se enorgullecía en ser reconocida como una excelente anfitriona. No obstante, lo que hizo fue una expresión natural y desbordante de su amor por Cristo. Y usted puede proclamar a Cristo con sus hechos o puede buscar su propia exaltación.

Sus talentos pueden ser empleados con actitud de alabanza o con actitud de exaltación personal. Al dar expresión concreta a sus dones, considere el testimonio que ellos darán.

¿A semejanza de Marta usted proclamará que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Su servicio será parte de su alabanza a Él? ¿Elegirá usted el trabajo o la adoración?

                                                         

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